Construcciones literarias de la Guerra del Chaco


“-Triunfará el ejercito que consiga dominar las comunicaciones
del enemigo. Sobre todo el que consiga llevar agua a sus líneas.
Porque esta va a ser la Guerra de la Sed[1]

La Guerra del Chaco enfrentó a Bolivia y Paraguay entre 1932 y 1935, convirtiéndose en uno de los temas significativos de la literatura de ambos países. Tanto Augusto Roa Bastos en Paraguay como Augusto Céspedes y Oscar Cerruto en Bolivia tienen como trasfondo de sus novelas este enfrentamiento. Sin embargo, el modo de contar la guerra presenta algunas particularidades, que responden a las diferentes lecturas que se llevan a cabo de la nación y de la historia misma del país. Puede leerse en ellas el modo en el que estos escritores reflejaron una mirada sobre su país, pero también un proyecto, un deseo de aquello que ese país podía o debía ser.

Contar la guerra
En Sangre de Mestizos, Augusto Céspedes decide contar la guerra como una serie de cuadros o escenas que presentan distintas cuestiones vinculadas con el enfrentamiento. Lo significativo de su elección es que para hablar de esta guerra se desplaza e intenta poner en evidencia lo que está detrás de la contienda. Estas escenas no narran las grandes batallas ni los actos heroicos de los soldados sino lo que significa realmente convivir con esa guerra. En uno de los relatos más significativos, “El pozo”, la guerra está como fondo pero al mismo tiempo está desplazada. El enfrentamiento con los pilas está en segundo plano porque lo que aparece casi obsesivamente es el relato de la sed.

“No hay una gota de agua, lo que no impide que vivan aquí los hombres en guerra. Vivimos, raquíticos, miserables, prematuramente envejecidos los árboles, con más ramas que hojas, y los hombres, con más sed que odio”[2]

La narración se estructura a partir de los datos acerca del agua: si llovió, si dejó de llover, si la tierra que sacan del pozo está más o menos húmeda. Es también el relato de una decepción: nunca se obtiene aquello por lo que se está dejando la vida. El enfrentamiento con los paraguayos solo aparece cuando estos quieren el pozo. Combaten y muchos de ellos mueren, pero no lo hacen por la patria ni por la guerra sino por el agua. Al mismo tiempo, entregan su vida defendiendo un pozo que, saben, está seco.

“Creció el tiroteo de los pilas y se oía en medio de las detonaciones su alarido salvaje, concentrándose la furia del ataque sobre el pozo. Pero nosotros no cedíamos un metro, defendiéndolo ¡COMO SI REALMENTE TUVIESE AGUA!”[3]

La sed se convierte en el enemigo principal y el agua pasa a ocupar el lugar del objeto de deseo, llevando la representación de su búsqueda a términos erotizados. “Entraba cautelosamente, asombrado ante la presencia casi sexual del secreto terrestre”[4]. El pozo genera una “lóbrega atracción”, pero es también un designio fatal.

“¿Acabará esto algún día? Ya no se cava para encontrar agua, sino para cumplir un designio fatal, un propósito inescrutable. Los días de mis soldados se insumen en la vorágine de la concavidad luctuosa que les lleva ciegos, por delante de su esotérico crecimiento sordo, atornillándose a la tierra”[5]

De este modo, Céspedes cuenta una guerra inmotivada, y el desvío cumple aquí una doble función: ese pozo está vacío como vacío está el Chaco, lo cual muestra que esa guerra no tiene sentido; además, muestra el aspecto más miserable y cruel.

“Aquí arriba el pozo ha tomado la fisonomía de algo inevitable, eterno y poderoso como la guerra (…) Siempre nada, igual que la guerra… ¡Esta nada no se acabará jamás!”[6]

Desprovistos de todo tipo de epicidad, estos relatos muestran la inutilidad de una guerra que solo trae más miseria y que se erige sobre los hombres como una fuerza casi inevitable y arrasadora.
En Aluvión de fuego, Oscar Cerruto también realiza un desplazamiento particular. Sin perder el trasfondo de la guerra, decide contar el camino desde una visión ingenua del pasado y el presente hacia una consciente. Frente a los discursos de unidad nacional que acompañan a la guerra devela la situación en la que se encuentran ciertos sectores de la sociedad: los indios son obligados a pelear por una patria que los excluye y a la que sienten que no pertenecen.
Para realizar este desplazamiento, toma la figura de Mauricio, un adolescente de familia burguesa que posee una visión romántica del mundo y de la guerra. A través suyo cuenta ese pasaje y plasma aquello que decide contar: en palabras de Carlos Mesa Gisbert, “la tramoya detrás de la guerra”[7]. Cerruto plasma en su novela qué ocurre mientras ocurre la guerra, esto es, cómo existen la represión y el sometimiento de los indígenas.
El mundo inicial en el que vive Mauricio presenta una primera visión de la guerra, aquella de la que el protagonista se separará a lo largo del relato. Isabel y Juanito pelean por unos soldaditos:

“Los cuerpos, confundidos en la lucha, volteaban por el suelo, uno encima del otro; los brazos del chico alargados en el afán de asir la cajita; los de ella, tensos, defendiéndola. La lucha es de una emoción vibrante, deliciosa y nueva, más atrayente de lo que pudieron imaginarse. Un sentimiento desconocido, en el que casi no entra la posesión del codiciado juguete, trasciende el beligerante forcejeo”[8]

Este enfrentamiento de dos niños muestra la visión inocente de la guerra, en la que puede notarse cierta fascinación, cierto goce. Esta imagen, sin embargo, se ve pronto asechada por una reminiscencia erótica: “Juanito tiene la visión deslumbrante de un seno diminuto, apenas forjado, que brota como una rosa por entre la tela de la blusa corrida”[9]. Esta es la primera invasión a esa imagen inocente, que se perderá poco a poco a medida que la narración se acerque al lugar de los indios.
Se trata, de algún modo, de una novela de iniciación, en la que Mauricio pasara de un conocimiento parcial y errado (tal vez por su condición de clase) a una imagen de Bolivia más completa, que incluya la verdadera complejidad de la situación social y el verdadero significado de la guerra.
Roa Bastos, por su parte, elige narrar la Guerra del Chaco como producto de una serie de hechos que conforman la historia de Paraguay. La Guerra aparece inscripta en esta línea y es una más de las penurias que deben pasar. El relato de los hechos cuenta tanto los enfrentamientos contra los bolivianos como el hambre y la sed que los asola. El sentido de la guerra, si lo hay, queda tapado por la miseria.

“Se han olvidado de nosotros. Hasta el enemigo, que ya no viene por el bosque a embestirnos, a regalarnos unos cuantos muertos, unas cuantas cantimploras. O a aplastarnos de una vez”[10]

Esto responde a la denuncia que realiza Roa Bastos de la opresión histórica que ha sufrido el Paraguay. La Guerra del Chaco aparece como consecuencia de antecedentes significativos para el país como son la dictadura del Doctor Francia y la Guerra de la Triple Alianza, que provoca un desastre demográfico que incluye la pérdida casi total de la población masculina del país. Ubicada en esta línea histórica, la guerra es una consecuencia de la historia opresora del país.

La guerra como “maldición”
En Sangre de mestizos hay una “maldición del suelo”: el terreno y el clima provocan la miseria que se narra. El clima, el suelo árido y seco, el calor agobiante y la falta de agua son los verdaderos enemigos. En Hijo de hombre las causas de la guerra se buscan en lo histórico, o se explican desde allí. Roa Bastos decide contar la historia desde mediados del siglo XIX para explicar una Guerra casi cien años posterior porque la lee como consecuencia de otros procesos y, fundamentalmente, de la historia compleja, paradójica y llena de opresiones del país.
Bolivia tiene, a lo largo de su historia, esa “maldición del suelo”: las minas de Potosí, el estaño, el supuesto petróleo del Chaco. Incluso, una de las pérdidas más significativas de la Guerra del Pacífico fue su salida al mar. Su geografía es hostil y hace que en algunos lugares sea complicada la vida. La “maldición” de Paraguay parece ser más histórica: la serie de dictaduras, iniciada por el Doctor Francia, la Guerra de la Triple Alianza. Ambas naciones tienen una época de esplendor (las minas de Potosí en la época colonial en el caso de Bolivia y la primera independencia real, incluso en términos económicos, en el caso de Paraguay) y luego caen. Son naciones destrozadas y castigadas, que pagan el precio por haber sido grandes.

Perspectiva nacional

Estas novelas resultan significativas a la hora de pensar la construcción de la nación. Cada uno de estos autores tiene una lectura del país y de su literatura.
Roa Bastos quiere construir una literatura paraguaya que incluya a aquella que no es tenida en cuenta (oral, en guaraní). Incluye así parte de lo que es excluido en ese país y construye de ese modo una perspectiva más amplia de lo nacional.
En cuanto a la existencia de una cultura oral debemos tener en cuenta su posición generalmente desvalorizada frente a la escrita, por motivos que se vinculan a la más fácil circulación de ésta (puede desprenderse del momento de enunciación en tiempo y espacio) pero también a una hegemonía de la escritura (la historia escrita perdura más y, en este caso, quienes pudieron escribirla ejercen la dominación). Esto aparece representado en Hijo de hombre en la figura de Macario, quien conserva la memoria colectiva del pueblo. Este otro tipo de memoria es revalorizado y colocado en un lugar de importancia. Roa Bastos escribirá su novela y de algún modo escribirá el Paraguay; la memoria oral es utilizada por él, que la toma para hacerla formar parte de lo que se escribe.
En cuanto al guaraní, se trata de una lengua hablada por gran parte del país, incluso por quienes también hablan español, pero que se encuentra en desventaja ante esta (tal vez por esa misma asociación con la oralidad). Cuando Roa Bastos discute la negación de la literatura anterior a 1940 reconoce la existencia de formas literarias previas en lengua guaraní y de transmisión oral. Su proyecto es construir un texto que incluya ambos mundos coexistentes: el guaraní y el hispano-europeo. Eso, en definitiva, es para él el Paraguay; podemos observarlo, por ejemplo, en las citas que abren el libro, una perteneciente a La Biblia y otra al Himno de los muertos de los guaraníes (una del mundo que trajeron los españoles y otra del que tenían los guaraníes; una escrita y otra oral).
Roa Bastos construye, de este modo, la figura del escritor como un artesano o un compilador. Su tarea es reunir las historias que han quedado fuera de la literatura por alguno de estos motivos y hacerlas ingresar a ella.

“El compilador se limita a reunir, coleccionar y acumular materias de otros textos, que a su vez fueron entresacados o variados de otros textos. Lo hace a sabiendas de que no ‘crea’ ex nihilo, de que no saca algo de la nada. Trabaja las materias últimas de lo que ya está dado, hecho, dicho, vivido, escrito”[11]

Lo que busca este autor-compilador es trasladar la oralidad, a través de la que se ha desarrollado gran parte de la cultura, a la escritura, para darle el peso que ésta tiene. En palabras de Roa Bastos: “Realizar este mito de lo absoluto (…) en la simbiosis de la realidad real con la realidad simbólica, de la tradición oral y de la palabra escrita”[12].
Resulta interesante, además, pensar qué construcción está haciendo del Paraguay. Tanto en Hijo de hombre como en Yo, el Supremo destaca las contradicciones o las paradojas del país, principalmente en relación a su historia: “La libertad como producto del despotismo; la independencia de un país bajo el férreo aparato de una dictadura perpetua”[13]. Hay una serie de hechos históricos, complejos, que conforman lo que es el Paraguay. Su historia particular generó tanto lo positivo como lo negativo. Sin embargo, no cae en un puro determinismo. Como señala hacia el final de Hijo de hombre:

“Alguna salida debe haber en este monstruoso contrasentido del hombre crucificado por el hombre. Porque de lo contrario sería el caso de pensar que la raza humana está maldita para siempre, que esto es el infierno y que no podemos esperar salvación”[14]

Oscar Cerruto trabaja en su novela el sometimiento de los indios y la paradoja de pelear por un país del que no se sienten parte. De este modo se construye una representación de Bolivia y de la nacionalidad más amplia, ya que incluye, a través de la denuncia, a aquella población excluida. Su novela muestra el contraste entre los discursos oficiales en relación a la guerra, que proclaman la unidad, y la situación real de un sector de la población.
Mesa Gisbert señala en el prólogo a Aluvión de fuego que ésta es una “novela brutal, como brutal es la historia de Bolivia”[15]. La novela muestra en sí misma lo que es este país y lo que significó la Guerra del Chaco en su historia. Se narra, sin embargo, otra guerra (o la misma guerra desplazada): la de los soldados para reclutar más soldados que combatan en el Chaco.
El proyecto de Cerruto, sin embargo, no termina en la construcción de una imagen de Bolivia, ni siquiera en la denuncia, sino que muestra, según palabras de Mesa Gisbert, el cambio desde esa sociedad estratificada a una sociedad sin clases. Lejos de la mera propaganda, sin embargo, construye una representación literaria, tomando como estructura la de una novela de iniciación.

“Mientras muchos espíritus se dejaron ganar por la propaganda bélica, Cerruto conserva en esta novela una auténtica posición revolucionaria (…) Un revolucionario sin estética incurre en la demagogia”[16]

La literatura en Bolivia, dirá Luis Alberto Sánchez en el prólogo a la primera edición, vive enclaustrada. La guerra, sin embargo, ha sido un acicate y ha producido una transformación.

“La insularidad de Bolivia le hizo daño (…) Una superestimación de lo cercano, ahondada por el dolor del enclaustramiento, produjo ese estado, que se trasluce en sus escritores y que, seguramente, va a interrumpirse con la tragedia del Chaco”[17]

La guerra permite el inicio de otra literatura. En línea con la inclusión de lo guaraní (historias, tipo de memoria, vocablos), Cerruto incorpora a su novela una serie de términos en lenguas indígenas. A medida que el texto avanza, y a medida que el protagonista avanza en el territorio de los indios, la cantidad de palabras incluidas aumenta. Esto produce un doble acercamiento a ese sector de Bolivia que ha sido marginado: desde la trama, pero también desde la inclusión de su lengua, que había sido silenciada.
Augusto Céspedes también forma parte de esta nueva forma de pensar tanto a Bolivia como a su literatura. Partiendo de la Guerra del Chaco, construye una serie de relatos que ponen en evidencia distintos aspectos de esa guerra, pero también del país en general. El problema de la naturaleza hostil del territorio está presente de manera constante, pero a eso se suma la denuncia de una manipulación: la guerra es inútil porque está respondiendo a intereses ajenos, porque genera más miseria en un país asolado ya por ella y porque se inscribe en una serie de injusticias proferidas sobre él.
Se construye una imagen de Bolivia donde la “maldición del suelo” se une con la manipulación de las injusticias que han hecho los hombres a lo largo de la historia. Doblemente golpeada, Bolivia aparece como el producto contradictorio de una naturaleza que la hace grande y luego se convierte en su sentencia, y de una historia de miseria generada por los intereses ajenos.
En cuanto a la lengua, incluye vocablos provenientes de lenguas indígenas en los distintos relatos. Al igual que Cerruto, incorpora de este modo a ese sector excluido y lo muestra formando parte de las penurias que trae consigo la guerra.


[1] Roa Bastos, Augusto. Hijo de hombre. Colombia, Seix Barral, 1960.
[2] Céspedes, Augusto. Sangre de mestizos. La Paz, editorial Urquizo, 1994.
[3] Ibídem
[4] Ibídem
[5] Ibídem
[6] Ibídem
[7] Mesa Gisbert, Carlos. Prólogo, en Cerruto, Oscar. Aluvión de Fuego. Bolivia, Plural editores, 2006.
[8] Cerruto, Oscar. Aluvión de fuego. Bolivia, Plural editores, 2006.
[9] Ibídem
[10] Roa Bastos, Augusto. Op. cit.
[11] Roa Bastos, Augusto. Autopercepción intelectual de un proceso histórico. Anthropos.
[12] Ibídem
[13] Ibídem
[14] Roa Bastos, Augusto. Hijo de hombre. Colombia, Seix Barral, 1960.
[15] Mesa Gisbert, Carlos. Prólogo, en Cerruto, Oscar. Aluvión de Fuego. Bolivia, Plural editores, 2006.
[16] Ibídem
[17] Sánchez, Luis Alberto. Prólogo a la primera edición, en Cerruto, Oscar. Aluvión de Fuego. Bolivia, Plural editores, 2006.