Si lo leemos hoy, después de todo el recorrido que ha hecho, no dudaríamos en considerar a Rodolfo Walsh como un escritor comprometido con la realidad que lo rodeó. Su punto cúlmine es, sin dudas, la “Carta de un escritor a la Junta Militar”, redactada al conmemorarse un año del golpe de estado de 1976. Sin embargo, el camino que lo llevó hasta allí atravesó diferentes momentos en la relación entre escritura y realidad.
Desde esa
escena inaugural de su compromiso, aquella referida en Operación Masacre, en la que un tiroteo lo saca de su juego de
ajedrez y su café y lo coloca frente a la realidad, hasta la Carta en la que
denuncia el horror del primer año de la Junta en el gobierno, Walsh recorre
diferentes encuentros entre material “literario” y “extraliterario” en sus
obras. En el camino entre el periodista que planea una “novela seria” y quiere
volver a su juego de ajedrez y el que apenas un poco más de 20 años después
denuncia al gobierno militar, firma con su nombre y su oficio una carta que hoy
es emblema de su lucha y entrega su vida ante quienes lo emboscaron para
secuestrarlo, hay un trabajo gradual que va combinando elementos ficcionales y
no ficcionales y que va acompañando el desarrollo de su rol como escritor
comprometido.
En el medio
de este recorrido aparece en Los oficios
terrestres un cuento emblemático: “Esa mujer”. El siguiente trabajo intenta mostrar las
ideas sobre el rol del escritor que aparecen en este cuento y, en relación con
esto, el lugar de la ficción como herramienta para contar la realidad.
“Yo busco una muerta, un lugar en el mapa”
En “Esa mujer” el protagonista mantiene un diálogo con un Coronel. Tiene
muy claro qué busca: el Coronel sabe dónde está el cuerpo de Eva Perón, que
había sido robado de la sede de la CGT. Del otro lado, el militar busca un
nombre, tal vez unos papeles que él podría tener. El clima es el de una
negociación, y si bien quien dispone las reglas (por su localía, por el peso de
su cargo, porque es quien tiene ese dato clave) es el Coronel, hay algo que
este escritor tiene para ofrecer a cambio. Muy rápidamente se deja de lado ese
nombre buscado y el escritor le ofrece lo que verdaderamente solo él le puede
dar: la posibilidad de escribir su historia.
Esto le da una función: es quien puede hacer algo con todos esos hechos,
quien puede tomar esos materiales y darles un sentido. Pero, ¿desde qué lugar
hace esto?
El escritor se coloca a sí mismo por fuera de las dicotomías. No
pertenece al mismo sector al que pertenece el Coronel, no ha participado de las
acciones que este y otros pares han llevado a cabo, no formó parte del poder ni
del gobierno ni desempeñó cargo alguno en ese ámbito. Al mismo tiempo, tampoco
se encuentra del otro lado, del de los seguidores de Eva, de quienes la han
llorado, ni del peronismo en general. Se ocupa de insistir todo el tiempo en
que no hay nada que lo involucre con ese cuerpo más que su interés por contar
esa historia.
Frente a ambos sectores, involucrados a favor o en contra, desde el amor
o desde el odio, este escritor ostenta un saber. Sabe cómo hablar con el
Coronel, cómo negociar con él, qué ofrecerle, qué estrategias utilizar para que
vaya contando su historia. Sabe también todo lo que Eva simboliza para quienes
la aman y quienes la odian; conoce las pasiones que despierta en los otros.
El rol del escritor aquí es todavía el de cierta neutralidad. Está por
fuera de las dicotomías de la política. No es el escritor militante sino el hombre
que ya comenzó a cuestionar qué tanta distancia puede haber entre literatura y
sociedad. Es quien está involucrado con lo que pasa fuera de la escritura
porque esto lo interpela, pero aún tiene una función muy abocada a esta. Lo que
le interesa de Eva y de su cuerpo es escribir su historia.
El narrador nos dice desde el comienzo que lo que busca es un lugar. Podemos
pensar, entonces, que además de buscar el lugar en el que se encuentra este
cuerpo deambulante también busca un lugar para él, un lugar desde donde mirar
la realidad, una función en su ejercicio de escritura. Hay de fondo una tensión
entre ser parte de la sociedad y mirar desde afuera.
“Yo
escribo la historia”: La ficción como herramienta para contar la realidad
Una de las
características que más se ha señalado del cuento “Esa mujer” es la forma en la
que logra colocar en el centro absoluto a quien en ningún momento se nombra en el texto. Eva falta,
igual que falta su cuerpo. Y, como su cuerpo también, es desde esa falta desde
donde logra una presencia absoluta.
El centro de este texto es un lugar vacío, una falta. Hay un cuerpo que
no está y hay algo que no se nombra. Y es esa falta la que posibilita la
producción de sentido. La falta funda alrededor del cuerpo de Eva las ficciones
mágicas que ahora la rodean, la maldición a quienes
la profanaron, los milagros de Eva santa. Y funda, además, la ficción de este
relato, que se sostiene en la búsqueda de un dato que dé el paradero de ese
cuerpo.
El secuestro de Eva se
plantea como enigma, como incógnita, tanto en la realidad como en la ficción
que se nos presenta. Esto permite, al menos, dos modos de vincular la realidad
externa del hecho y el propio relato que estamos leyendo.
La primera es que se
pone el énfasis en esa falta. El cuerpo no se encontró y tampoco se escribió
ese relato. Aquí ambas cosas, de algún modo, se equiparan. Cuerpo y relato se
encuentran presentes desde la ausencia.
La segunda es que ese
enigma da un motivo para la escritura, tanto de este cuento como de la historia
argentina. Este escritor que protagoniza el cuento quiere escribir la historia
de un hecho de la realidad, y además uno de los hechos centrales tanto de la
historia argentina de esos años como del propio peronismo. Pero, al mismo
tiempo, esa historia se nos está contando mediante el cuento mismo. Sin hablar
de Eva trae igualmente la historia del robo de su cuerpo.
Es decir que aparece
aquí en el centro la ficción. Nuestra historia es materia narrable, y narrable
dentro de la literatura. De este modo, la forma en la que realidad y ficción se
vinculan es mediante este cruce. No solo la literatura puede valerse de la
realidad como tema, incluso como disparador, sino que es desde allí desde donde
él elige contarla. El cuento ocupa simbólicamente el lugar de ese cuerpo que
falta, trayendo a Eva, recuperándola en la materialidad del texto escrito,
colocándola en el centro de la historia nuevamente a través de colocarla en el
centro de la historia narrada.
Además de mostrar a la
historia como algo posible de ser narrado en nuestras ficciones, pone en un
lugar central tanto de la historia como de la literatura al peronismo. El
enigma que hace ficcionalizable la historia (la historia del robo del cuerpo
pero también la historia argentina) es también uno de los enigmas centrales
dentro del peronismo.
El peronismo ya había
sido leído en clave de ficción por determinados sectores políticos. Tanto desde
los sectores más conservadores de la derecha como desde ciertas facciones de la
izquierda. Basta nombrar al Borges de “El simulacro”, en el que el velorio de
Eva, su figura, la de Perón, y el peronismo todo, aparecen como una puesta en
escena, un montaje. O al Ghioldi que recurre a las figuras de Hitler y de Juan
Manuel de Rosas para colocarlo en el lugar de copia al no poder explicar ni
explicarse la fuerza del fenómeno peronista en la sociedad, y sobre todo en la
clase obrera.
Pero el trabajo de
Rodolfo Walsh es otro. Incluso sin ser en el momento de escritura de este
cuento el militante que sería después, y no colocándose a sí mismo en la misma
vereda política, la relación que establece entre peronismo y ficción es
completamente diferente. Como dijimos, es del peronismo de donde sale el enigma
que hace posible la escritura de esta ficción, el ingreso de la historia a la
literatura, la conexión entre escritura ficcional y realidad. Walsh no pone el
centro en el peronismo como un fenómeno ficcional o como algo que no puede explicarse
desde la realidad sino que lo pone en el lugar de cosa narrable, esto es, no
solo posible de ser narrada sino también relevante.
Eva está, además, en el
cruce entre realidad y fantasía. El mismo cuento nos muestra que no es solo esa
ficción la que esta posibilitando ese cuerpo ausente sino que también existen
esos otros relatos que rodean su cuerpo robado: los milagros y maldiciones que
circulan en la cultura popular, que el escritor menciona y el Coronel descarta
de forma burlona, aunque inmediatamente se nos presentan hechos que podrían
validarlos.
Notas
finales
En “Esa mujer” aparece,
entonces, el contacto entre la historia argentina y la ficción literaria. Esto
es solo en parte algo nuevo: ya lo había hecho Walsh con Operación Masacre. Sin
embargo, allí Walsh tomó un hecho que ocurrió en la realidad, con relevancia
para la sociedad, realizó una investigación periodística y aplicó
procedimientos ficcionales en la forma de contar (podemos pensar, por ejemplo,
en las personas convertidas en personajes, en la organización de los datos, en
la cantidad de recursos estilísticos que pueden rastrearse en el texto). “Esa
mujer” nos trae una relación diferente. El texto es una construcción
absolutamente ficcional, desde la construcción de los personajes, el desdoble
en la voz narradora, el enigma colocado en el centro, la forma dialogal, los
recursos narrativos, la estructura. No se aplican procedimientos ficcionales a
la realidad sino que se construye una ficción que funciona como tal, que se
asume como cuento, que no pretende ser leída en otra clave, pero que solo
resulta posible a partir de que deja ingresar a la realidad, a ese enigma que
sostiene el relato y permite la significación. Desde ese lugar vacío en el
texto, que se corresponde con un hueco en la realidad, es desde donde surge la
posibilidad significante del relato. Aquello que no se nombra le da sentido a
todo aquello que sí.
Se narra una ficción
que está atravesada por un hecho extraliterario (el cual se toma como “excusa”
para escribir el relato), con lo cual este termina siendo su disparador inicial
y su condición de posibilidad: solo es posible ese relato porque hubo un hecho
previo que fue el robo de ese cuerpo, pero además porque, en el interior del
relato, la motivación del personaje central es conseguir la historia de ese
cuerpo.
En esta búsqueda del
lugar del escritor o del intelectual ante la realidad la práctica de escritura
aparece en el centro. La ficción, ya sea desde algunos procedimientos como en
Operación Masacre o colocada totalmente en el centro como en el cuento que
analizamos, se constituye como herramienta fundamental de ese vínculo. En la
búsqueda de ese lugar, de qué espacio se puede ocupar frente a la realidad,
este cuento nos permite pensar mejor el nexo entre realidad y literatura y, aún
muy lejos del intelectual comprometido en el que se convertiría después, nos
permite revisar desde que otros lugares Walsh pudo pensar este vínculo.