Inocencia y crimen en Los santos inocentes, de Miguel Delibes

Introducción
En los párrafos siguientes analizaremos cómo opera la idea de “inocencia” en el Los santos inocentes[1], de Miguel Delibes, principalmente en relación a la escena del asesinato del señorito Iván en manos con la que se cierra el relato.

El concepto de “Inocencia”
El concepto “inocencia” está presente de modo significativo en el texto. No solo forma parte del título sino que aparece, con distintas acepciones, a lo largo del relato. Un análisis de los campos semánticos con los que se relaciona esta palabra en cada una de estas acepciones nos permite comenzar a construir el análisis en relación a la escena que da cierre al texto: la muerte del señorito Iván en manos de Azarías.
La primera acepción a la que se hace referencia está en el título. Esta nos remite a la matanza de los Santos Inocentes, el asesinato de todos los niños menores de dos años en Belén ordenada por el rey Herodes para deshacerse de Jesús, referida en el Nuevo Testamento. El concepto de inocencia al que nos remite está asociado al universo semántico bíblico y particularmente al concepto cristiano acerca de la niñez. Estos niños son inocentes porque no solo se les ha quitado la vida sin que hayan cometido culpa sino porque no han cometido ningún pecado.
La soberbia, que es el pecado que se le adjudica a Herodes, nos permite plantearnos dos cuestiones. Por un lado, debemos considerar que no retrata únicamente de uno de los siete pecados capitales, sino que es además el pecado que permite todos los posteriores. La soberbia, que en términos cristianos se asocia a la negación de Dios como ser superior, es la que lleva a la expulsión del Paraíso a partir de la desobediencia y el desconocimiento de la autoridad. Es, de alguna manera, el origen de los padecimientos de los hombres. Por otro lado, el pecado de Soberbia tiene como contracara la virtud de la Humildad. Frente al pecado de Herodes aparece, entonces, la idea de humildad. Los inocentes serán, además, los humildes.
Esto nos permite plantearnos, además, otra cuestión: la idea de autoridad. La soberbia es el desconocimiento de la autoridad de Dios, autoridad indiscutible y, en cierto aspecto, natural. Quien ejerce este pecado desconoce una jerarquía y una autoridad dada de forma anticipada. Sin embargo, quien estará asociado por sus actos a la soberbia será Iván, quien habla de jerarquía natural para justificar sus abusos sobre aquellos que pertenecen a una clase social más baja. Quedará pensar aquí cuál es la jerarquía natural que propone el texto, que Iván desconoce.
La idea de inocencia, fuera del marco conceptual bíblico, nos remite en el texto a otro significado, que podemos asociar a la falta de conciencia respecto de las acciones. Quienes son nombrados como santos inocentes en el texto son, en boca de Paco y de la Régula, Azarías y la Niña Chica. En ambos casos, estos sujetos no controlan sus acciones o las consecuencias de las mismas. El texto nos dice que la Niña Chica no controla sus funciones corporales, que no se mueve por sí misma sino que deben llevarla o traerla, y que no controla sus funciones fisiológicas. Azarías sí puede moverse, controla muy poco sus funciones biológicas básicas, pero no puede responder a sus actos por algún tipo de atraso mental, que no se explicita en el texto más allá de sus propias acciones.
Sin embargo, hay una tercera acepción con la cual podemos asociar el concepto de inocencia, vinculada al ámbito legal. La inocencia implica, en este caso, la no culpabilidad respecto de un hecho que se está juzgando. Es a partir de esta acepción donde comienza a entrar en contradicción la asociación de este concepto con la figura de Azarías. El final del texto nos cuenta cómo Azarías ahorca al señorito Iván, y como este hecho, como veremos, no es espontáneo sino que hay una instancia, más o menos elaborada, de planificación. Este acto se nos presenta como un acto consciente, que adquiere una significación. “El crimen”, título que lleva el capítulo final, nos remite de manera directa a esta última acepción del término. Sin embargo, se plantea de manera ambigua: el crimen puede ser la muerte de la graja o la muerte del señorito Iván. La primera de ella, como se verá en el texto, es accidental; la segunda, no. ¿Cuál es el crimen, entonces? Si consideramos que la respuesta es ambos, lo que los diferencia, en términos legales, es el carácter culposo (matizado en el caso de la graja, en el que el señorito Iván dispara sin saber que era el ave de Azarías) o doloso (en el caso de la muerte del señorito). La pregunta será, entonces, de qué modo se relacionan la idea de inocencia asociada a Azarías con el crimen final que él mismo lleva a cabo.

La figura del narrador
Para analizar como se construyen determinados pasajes en Los santos inocentes nos resulta imposible dejar de lado una figura centrar para la composición del relato: la figura del narrador. En él recae el modo de contar la historia que se nos presenta. Pero, además de exponer los hechos ante el lector, el narrador expresa una relación con ellos que resulta relevante para el análisis que estamos realizando. A través de diversos mecanismos, el narrador se coloca a sí mismo y lleva  al lector hacia la visión de algunos de estos personajes.
Como señala Crespo Matellán:

“Esa heterogeneidad característica del discurso del narrador forma parte de las estrategias narrativas que éste utiliza no solo para expresar su actitud hacia el mundo narrado, sino también para suscitar la complicidad del narratario-lector, para orientar su actitud en relación con los personajes, las situaciones y los acontecimientos representados en la novela”[2]

El primer procedimiento que podemos señalar es la inclusión de comentarios explicativos acerca de la conducta de los personajes. Podemos contrastar, al respecto, una referencia casi inicial hacia la costumbre de Azarías de decir que era un año mayor que el señorito (“pero no era por mala voluntad, ni por el gusto de mentir, sino por pura niñez, que el señorito hacía mal en renegarse por eso y llamarle zascandil”) con una referencia a la costumbre de Iván de llamar maricón a quienes iban de cacería con él (“porque, fatalmente, para el señorito Iván, todo el que agarraba una escopeta era un maricón, que la palabra no se le caía de la boca, qué manía”). En ambos ejemplos, no solo se refiere una actitud de los personajes sino que se la valoriza. En el caso de Azarías, el narrador justifica esta costumbre explicando sus razones, y luego expresa su oposición hacia la actitud del señorito en esos casos; incluso, podemos decir que explica la actitud justamente para explicar por qué la reacción de Iván es injustificada. En el caso de la segunda referencia la oposición es directa y se manifiesta principalmente a partir de un modal, “fatalmente”. Este es el espacio a partir del cual el narrador valoriza las acciones más que solo mostrarlas.
Además de estas valorizaciones y explicaciones de los actos de los personajes, otro de los procedimientos por los que el narrador toma se hace presente más allá del nivel de la mera reproducción de hechos es el modo afectivo o compasivo con el que se refiere a los personajes. Así, por ejemplo, nos referirá que “Rogelio, no paraba, el hombre, con el jeep arriba, con el tractor abajo, siempre de acá para allá”, o nos hablará de el Azarías, la Régula, o don Pedro, el Périto. Todas estas marcas asocian al narrador con el modo de hablar de estos mismos personajes, de los criados, de Azarías, Paco y la Régula; toma el modo en el que ellos mismos se nombran entre sí. Pero, además, toma el modo en el que nombran a esos otros personajes, como el señorito Iván. Esto acerca la voz narrativa a la voz de un sector de los personajes, con la que se identifica y con la que invita al lector a identificarse también.
En un nivel más global respecto del modo de contar, podemos encontrar otro procedimiento que sirve a las causas de lo que estamos analizando. Se trata de la selección de los hechos, de qué se cuenta de cada uno de los personajes. De Azarías se nos muestran una serie de abusos sobre su persona, una relación estrecha con la naturaleza, con las aves y con la Niña Chica. De Paco se nos cuenta el valor que le ha dado a su trabajo, el esfuerzo y la resignación respecto de salir adelante (representada, por ejemplo, en la frustración de saber que su hija, en quien depositaba gran parte de sus esperanzas, no estudiará sino que irá a trabajar a la Casa Grande). Los hechos que involucran a estos personajes los marcan con la injusticia y los padecimientos que deben soportar. De Iván, por el contrario, se nos refieren otros hechos. Sabemos que le gusta la caza y que la practica regularmente, que se burla de Nieves cuando quiere recibir la Comunión solo por ser pobre, que puede exigirle a Paco que continúe en sus funciones a pesar de que su salud no se lo permite y que cree que comprar con dinero a todo aquel que pertenezca a una clase inferior, como Quirce. Mientras desde el comienzo se nos refiere la relación estrecha y afectuosa de Azarías con su milana, y luego con la graja, del señorito Iván sabemos que manda a cegar a los palomos con una navaja, que la actividad en relación a la que se lo describe mayormente es la casa de aves y que, finalmente, mata a la nueva milana de Azarías, lo que desencadena en la escena final.
A partir de estos procedimientos, el narrador realiza una valoración de los personajes que se transmite en el texto y condiciona el modo de juzgar sus acciones por parte del lector.

La muerte del señorito Iván
El pasaje que resulta central para plantear la problemática que estamos analizando (a saber, el modo en que entran en contradicción la idea de inocencia y el accionar de Azarías) es el que comienza con la muerte de la graja y finaliza con la del señorito Iván. El título del capítulo, como adelantamos en el primer apartado, nos remite al campo de significado jurídico. No se nos relata un crimen sino, en efecto, dos: el de la graja, que cae luego del disparo del señorito Iván, y el de éste, que muere ahorcado por Azarías.
Dentro del campo jurídico el crimen se corresponde con un castigo, a partir de la culpabilidad del sujeto que actúe como ejecutor. Esta idea de culpabilidad entra en contradicción con la noción de inocencia. Sin embargo, el crimen se nos presenta como el final esperable, e incluso el texto mismo se construye como una justificación de esa acción final. ¿Cómo ocurre esto? ¿De qué modo el texto se sostiene pesa a esta contradicción? (La hace funcionar al interior)
Ya pudimos analizar de qué modo el narrador se convierte en una herramienta central para generar una mirada positiva sobre Azarías y su mundo, frente a la mirada negativa sobre Iván y sus acciones. Esto funciona a lo largo de todo el texto. Sin embargo, en la escena final, el modo en el que esta se construye favorece esta mirada de manera significativa. Veremos de qué modo ocurre esto.
La escena final, según las consideraciones planteadas al comienzo del apartado, se inicia con la muerte del ave que Azarías había curado, con la que había generado un vínculo estrecho. La cacería no había sido buena y el narrador nos muestra a un Iván alterado, desesperado por darle a alguna presa. Sin embargo, no se nos transmite en ningún momento que sus intenciones hayan sido cazar a esa ave en particular. De alguna manera, hay una ambigüedad frente a este hecho, que podría catalogarse como un  accidente, en la medida en la que la gravedad del hecho reside en haber matado a esa graja y no a otra, y el disparo estaba planeado pero no se dirigía a ella en particular. Sin embargo, cuando el ave cae muerta y Azarías la toma en sus manos, la reacción del señorito es la que aparece valorada negativamente: el señorito ríe, lo llama imbécil a Azarías y, como respuesta a lo ocurrido, solo puede intentar calmarlo prometiéndole que iba a regalarle otra, ignorando el vínculo que los unía, aspecto que el texto se ocupa de destacar en forma constante.
Este hecho es el que se plantea como desencadenante de la muerte del señorito Iván. Luego de llorar por la muerte de la graja, Azarías vuelve a acompañar al señorito a cazar. El narrador nos da una clave: gracias a sus palabras, sabemos que “parecía otro, más entero, que ni moqueaba ni nada” y, a continuación, que “cargó la jaula con los palomos ciegos, el hacha y el balancín y una soga doble grueso de la de la mañana en la trasera del Land Rover, tranquilo, como si nada hubiera ocurrido”. Esta referencia nos permite dos consideraciones si la vinculamos con las escenas anteriores: la primera, que esa calma es por lo menos extraña, teniendo en cuenta la reacción inmediatamente anterior; la segunda, tal vez el motivo de esa tranquilidad aparente, que el asesinato del señorito ya ha sido planeado. Esto último se explica a partir de la inclusión de la soga que, sabemos por escenas anteriores, Azarías no necesita para trepar a los árboles.
El modo en el que aparece el ahorcamiento de Iván, sin embargo, aparece como el desenlace necesario de todo lo que se narra antes. Podemos arriesgarnos a afirmar, entonces, que la muerte de la graja no es lo que genera esta reacción más que en apariencia. La muerte de la graja es la muerte del búho que se nos refiere al comienzo, y es también la humillación hacia Nieves, la traición hacia don Pedro y la ingratitud para con Paco. Solo podemos entender esta muerte fuera de una visión condenadora si la explicamos con el resto del relato. Azarías, entonces, no es solo un imbécil, en palabras del señorito, que no sabe lo que hace, pues de ese modo el final tendría menos fuerza y no estaría tan estrechamente vinculado con el resto del relato; Azarías es, por el contrario, quien cierra un relato marcado por la injusticia, encarnada esta en la figura de Iván.
El final tiene efectividad en la medida que se enlaza con todos los hechos anteriormente relatados. El modo en que se nos describe al señorito colgando del árbol funciona como imagen espejada respecto de las injusticias que generó en vida. Su muerte duplica e invierte esos padecimientos.
El primer elemento para destacar es que el señorito cae en su propia muerte a partir del cumplimiento de un pedido de Azarías. Este, desde arriba del árbol, le solicita que le alcance la jaula de los palomos, y es entonces, cuando se la extiende, cuando rodea su cuello con la soga. Su muerte, desde el comienzo, es una inversión de su vida.
La imagen que el narrador nos describe nos permite ampliar esta idea. La escena condensa esta imagen invertida de todo lo que se relató anteriormente.

“Todavía el señorito Iván, o las piernas del señorito Iván, experimentaron unas convulsiones extrañas, unos espasmos electrizados, como si se arrancaran a bailar por su cuenta y su cuerpo penduleó un rato en el vacío hasta que, al cabo, quedó inmóvil, la barbilla en lo alto del pecho, los ojos desorbitados, los brazos desmayados a lo largo del cuerpo”

Las piernas de Iván cuelgan y se sacuden. Sufre convulsiones, espasmos. Los que realiza son movimientos involuntarios, que no controla. Esta referencia parece remitirnos a las piernas de Paco, el Bajo, lastimadas por el trabajo que realizaba para él, y a la insistencia del señorito en que continuara caminando, pese a las indicaciones del médico que lo había revisado. También nos remiten a las piernas débiles de la Niña Chica, que “se doblaban como las de una muñeca de trapo, como si estuvieran deshuesadas”. Ya no son las piernas fuertes con las que humilló a Nieves pidiéndole que le quitara las botas, ni con las que caminó de forma arrogante hacia don Pedro cuando este le preguntó por su mujer. Ahora sus piernas, y todo su cuerpo, pendulaban en el aire guiadas por el viento.
La referencia a la barbilla también nos permite rastrear esta inversión en la imagen final, a partir de dos ocasiones en las que fue utilizada como parte de las injusticias y humillaciones del señorito Iván. El señorito señaló con ella a Paco cuando presumió sus habilidades delante de sus amigos, como si presentara ante ellos a un animal amaestrado por él. Volvió a hacerlo, después, cuando Paco, con su pierna herida, yacía en el suelo pidiendo una ayuda que el señorito tardó en brindarle, y que solo lo hizo a partir del llamado a sus hijos para que lo levantaran. Esa barbilla, que antes sirvió para señalar airosamente, se nos describa aquí caída sobre el pecho, en una inversión del movimiento que pasó de elevarse como gesto de señalamiento a caer.
Los brazos desmayados nos remiten a la escena en la que Pedro, luego de ser traicionado por el señorito y su mujer, tiene los brazos caídos a lo largo del cuerpo, en un gesto de pesadumbre. Además, son los brazos que supieron cazar cantidad de aves, con una precisión y habilidad que el narrador nos refiere como destacables. En la escena final, esos brazos caen al costado del cuerpo, inertes.
Los ojos de Iván, desorbitados, tienen correlato directo con la escena de la muerte de la graja, en la que el narrador nos dice que “ya corría el Azarías ladera abajo, los ojos desorbitados, regateando entre las jaras y la montera”. Esta es, tal vez, la inversión más directa en la medida en la que la muerte de la graja actúa no como motivo pero sí como disparador de la escena final.
A partir de estos elementos, la muerte del señorito Iván se vincula con todas las faltas cometidas anteriormente por él. De este modo es que, como anticipamos, este final se erige como el cierre necesario de los hechos relatados anteriormente. En palabras de Jennifer Lowe:

“Reflejando en la presentación de la muerte de Iván los ademanes o la apariencia de los que han sufrido a manos suyas, el narrador realza el aspecto justificable del asesinato del señorito”[3]

Es así que esta escena final favorece la convivencia en el texto de esos dos elementos conflictivos que planteamos desde un comienzo: la idea de inocencia frente al crimen que comete Azarías. La manera en la que ambos pueden convivir es incluir la idea de justicia, y convertir así a Azarías en un justiciero, en un vengador de los que, como él, han sido humillados.

 “En un mundo lógico, no cabría la muerte de un hombre, por la de un modesto pájaro. Esto lo creemos todos, pero, sin embargo, todos creemos que esa muerte no es punible: Azarías es ‘inocente’ e Iván es cruel”[4]

Esto que plantea Dámaso Alonso es el producto de la contradicción que intentamos analizar. Deberíamos agregar a estas palabras que esto es así, al menos como ha indicado hasta ahora nuestro análisis, porque se ponen en juego diversos procedimientos que acercan al lector a la mirada que tiene Azarías sobre el mundo. El modo en el que se presentan los hechos ante el lector coloca a esta muerte como el cierre, duplicado e invertido, de todas las injusticias cometidas por el señorito Iván, y, representado en él, por un sector de la sociedad que aparece como opresor. El señorito Iván es, también, el señorito de la Jara; la graja es, también, la milana. Cuando Iván lo llama zascandil repite el modo en el que el señorito de la Jara lo llamaba. De este modo, Azarías no comete un acto de venganza por la muerte de la graja sino, a los ojos del lector, un acto de justicia que consiste en ponerle fin a las humillaciones que el señorito había proferido contra ellos.

Conclusión
A partir del análisis realizado pudimos comprobar de qué modo y a partir de qué elementos el texto se construye a sí mismo como una explicación de esa escena final. El concepto de inocencia que se atribuye en reiteradas ocasiones a Azarías puede convivir con este final en la medida en la que este se construye como una inversión de las humillaciones e injusticias que sufrieron los personajes con los que se identifica la mirada del narrador. Azarías puede ser un inocente y ser culpable de ese crimen al mismo tiempo porque es ese mismo crimen el que invierte las acciones del señorito Iván, su contracara dentro del texto, a quien se asocia con las características opuestas a las que se le atribuyen a él. Inocencia y culpabilidad pueden convivir en Azarías a partir de que el crimen que comete se convierte en un acto de justicia en nombre de una clase de humillados que, finalmente, invierte su situación.

Bibliografía
Alonso, Dámaso. “El mundo novelesco de Miguel Delibes”, Biblioteca Románica Hispánica.
Crespo Matellán, Salvador. “La figura del narrador en ‘Los santos inocentes’, de Miguel Delibes”. Anuario de estudios filológicos, Vol 13, 1990.
Delibes, Miguel. Los Santos Inocentes, Planeta, Barcelona, 1988.
Lowe, Jennifer. “La ironía como recurso narrativo en Los santos inocentes”, Analecta Malacitana, XVIII, 1995


[1] Delibes, Miguel. Los Santos Inocentes, Planeta, Barcelona, 1988. Todas las citas corresponden a esta edición.
[2] Crespo Matellán, Salvador. “La figura del narrador en ‘Los santos inocentes’, de Miguel Delibes”. Anuario de estudios filológicos, Vol 13, 1990.
[3] Lowe, Jennifer. “La ironía como recurso narrativo en Los santos inocentes”, Analecta Malacitana, XVIII, 1995
[4] Alonso, Dámaso. “El mundo novelesco de Miguel Delibes”, Biblioteca Románica Hispánica.