Casa-grande y senzala: modos de construcción del espacio[1]



“La casa de hacienda colonial contiene esta  realidad intercultural como
ningún otro escenario. Se constituyó en el lugar más simbólico del nuevo
mundo, ya que  edificó con materiales del suelo americano, en territorios
que habían  sido  humanizados  por  tribus  indígenas, con  mano de obra
esclava africana  y con concepciones  espaciales e ideológicas europeas,
                        la industria más estable de la época”[2]

Gilberto Freyre decide contar Brasil. Para eso, buscará aquello que lo caracteriza, aquello que lo hace particular. De este modo no solo deberá describir una serie de características sino que, además, buscará su explicación. Contar Brasil se convierte, de este modo, en explicarlo.
Para eso recurre a una metáfora espacial: la de la casa-grande y la senzala. Por un lado, porque se asocia a un momento particular de la historia de Brasil, en el que buscará gran parte de las explicaciones que necesita; por el otro, porque esta estructura se manifiesta, tal como puede verse en la cita inicial, como el espacio privilegiado de la hibridez, concepto que resulta fundamental en el texto de Freyre. La casa-grande y la senzala imponen un espacio en el cual se harán posibles una serie de relaciones que configurarán la cultura brasileña.
En primer lugar, se asocia a un par que opera como fondo de la explicación histórica: la combinación de esclavitud y monocultivo que caracterizó a un modelo económico, que es también modelo político –de jerarquías y modos de ejercer el poder– y cultural. Como antecedente del sujeto brasileño está este condicionante, que no será el de la raza ni el del medio sino el de un modo de ser y una cultura que nace en el espacio de la casa-grande y la senzala en la medida en la que esta estructura impone una serie de relaciones entre los señores y los esclavos.
En segundo lugar, el esquema de la casa-grande y la senzala reúne una particular hibridez. Se trata de una división de los espacios que genera, a su vez, una división de tareas, que separa a unos de otros, pero que, al mismo tiempo e indefectiblemente, produce el contacto. Porque el centro del análisis de Freyre no se encuentra tanto en el modo en el que cada uno de estos espacios adquiere características propias, como en las características de un tercer espacio, intermedio, en el que la casa-grande y la senzala se tocan.
Hay un primer nivel metafórico en esta consideración. El sistema económico, que ya caracterizamos por este binomio esclavitud-monocultivo, fue muy provechoso. Esto generó, tal como lo señala Freyre, un ingreso cada vez mayor de esclavos, que poco a poco se ocuparon de una mayor cantidad de tareas, produciendo un desplazamiento desde las plantaciones hacia los espacios del señor. Esto, que para él es la causa de un tópico importante como es la ociosidad, generó además un contacto diferente. Podemos caracterizarlo como uno de los primeros puntos de contacto entre estos dos espacios opuestos.
Un aspecto importante en este sentido, que tiene un claro ejemplo en relación al ocio, es el modo en que va a plantearse la lectura sobre los aspectos culturales, dentro de los cuales la hibridez cumple un rol central. Freyre señala que la causa de la ociosidad se ha intentado leer, incorrectamente, en el consumo de azúcar, cuando en realidad “el azúcar no tuvo por cierto responsabilidad tan directa en la flojera de los hombres. La tuvo, sin embargo, y grande, como causa indirecta: exigiendo esclavos, repeliendo la policultura”[3] Nuevamente aparece este binomio del que hablamos, y lo hace para colocarse como causa. Los aspectos culturales no van a leerse en un determinismo genético ni en un determinismo del medio sino en un modelo, que es económico pero que también es cultural, y es el que se representa a través de la casa-grande y la senzala.
Un segundo nivel de este espacio de contacto, que opera tanto de forma metafórica como concreta, tiene que ver con un ámbito particular, que conecta la casa-grande con la senzala: la cocina. “Exenta de la casa grande, aunque adosada a esta en algunos casos”, como señala Martínez Toro[4], la cocina se presenta como el espacio privilegiado para producir la hibridez. Esto, en primer lugar, se debe a que el producto que de allí salía combinaba, principalmente, tres elementos: la receta portuguesa, el aporte proveniente de las costumbres de los esclavos (generalmente manifiesto en el agregado de ciertos condimentos, pero también en las técnicas utilizadas) y el condicionamiento que brindaba el suelo en el que estaban. De este modo, en la cocina no solamente van a conjugarse estas dos culturas sino que van a modificarse en relación al espacio en el que están. La cocina repite lo que ocurre con la misma casa-grande en su totalidad: una base europea que debe adaptarse a las condiciones específicas, tanto de los sujetos como del propio clima y el acceso a ciertos materiales.
Además, la cocina se configura como un espacio de gran circulación, conectando a los sujetos de ambos espacios. Es en la cocina, como señala Freyre, donde los niños blancos toman contacto con la lengua de los esclavos, por ejemplo. Y en relación a este espacio particular, en línea con lo que plantea Freyre, con el espacio que le da al aporte negro, no es casual que sea ésta la concreción del espacio intermedio. En primer lugar, porque más allá de las jerarquías, el control de la cocina estaba en manos de las esclavas. Dentro y fuera, al mismo tiempo, de la Casa-grande, este espacio permite que el poder lo tengan las negras. Además, estas aparecen como aquellas que producen la hibridez, ya que son ellas las que pueden llevar a cabo la acción sincrética combinando ingredientes de diferente procedencia y creando ese producto nuevo, diferente, que reúne armónicamente –en la medida en la que esto es posible– las diferencias.
El espacio en el texto de Freyre funciona como espacio de hibridez, pero de una hibridez particular. Raúl antelo, para hablar de su texto, elige la noción de “proliferación diseminada de lo híbrido”[5]: en Casa-grande y senzala la hibridez aparece expandida a lo largo de todo el texto y no se limita simplemente a un ámbito. La hibridez parece estar por todos lados, en los múltiples puntos de contacto entre esclavos y señores. Esto genera, además, una proliferación de espacios donde unos y otros puedan encontrarse, de manera más o menos directa. Así, la idea que está detrás de este texto es que esta hibridez está atravesando todas las prácticas. A partir del esquema de la casa-grande y la senzala, que opera como explicación concreta de lo brasileño y como metáfora de la brasileñidad, se espacializa la idea de que lo brasileño es esta múltiple hibridez, este contacto desde muchos puntos entre la cultura que trajeron consigo los portugueses y la que aportaron los esclavos africanos, atravesada, a su vez, y no determinada, por lo que el propio suelo, el clima y las condiciones le ofrecían para su desarrollo.


[1] El siguiente texto centra su análisis en el capítulo V de Casa-grande y senzala, de Gilberto Freyre. Todas las citas corresponden a Freyre, Gilberto. Casa-grande y senzala, Ayacucho, Venezuela, 1973.
[2] Op. cit. Pág. 230
[3] Op. cit. Pág. 387
[4] Martínez Toro, Pedro. “Casa Grande y Senzala y el mundo nuevo híbrido y mestizo”, en Poligramas, nº 29,julio de 2008.
[5] El término se extrajo de “Gran industria y favela”, de Raúl Antelo. En Radar libros, 30 de abril de 2000.

Parcial presentado para Literatura Brasileña y Portuguesa , Cátedra Aguilar, 1º cuatrimestre de 2011